En la majestuosa imagen de vastas montañas y bosques, donde la niebla aún se cierne sobre los densos árboles, comienza el tenso acecho entre depredador y presa.
Un puma, de pelaje marrón grisáceo, cuerpo tonificado y pasos silenciosos, acecha detrás de los escasos arbustos en la ladera de la montaña. Siguió cada movimiento del ciervo, una criatura más alta que él con grandes ojos redondos y sedoso cabello dorado.
El ciervo pastaba tranquilamente en la hierba de la ladera, sin darse cuenta de que era el objetivo de un depredador.
De repente, un pequeño ruido proveniente de la hierba lo sobresaltó, sus oídos se alzaron, escuchando. En un instante, el aire pareció congelarse, con solo el sonido del viento susurrando, y el ciervo de repente se despertó y levantó la cabeza.
El puma, con su antiguo instinto de caza, comenzó a correr hacia su presa, cada paso exudaba majestuosidad. Dio un salto espectacular y se abalanzó sobre el ciervo.
Comienza el telón que se encoge sobre el lomo del venado. El ciervo se resistió, arrojó al león y se escapó.
El león persiguió y se abalanzó sobre el lomo del ciervo por segunda vez.
Entonces el ciervo intentó escapar de las garras del león. Qué escena tan emocionante.
¡Imposible! El ciervo volvió a patear al león.
El puma, aunque ágil, desaprovechó su oportunidad en ese momento. Se detuvo, mirando la silueta del ciervo desapareciendo gradualmente en la niebla de las montañas y bosques. La caza terminó sin éxito, pero dejó un sentimiento de respeto por la extraordinaria capacidad de supervivencia de la presa.
Esa escena, aunque sea por un momento, dejó una profunda impresión en la belleza salvaje de la naturaleza, donde cada criatura tiene que luchar constantemente para preservar su vida.