Feroz y espectacular: cuando los tejones de miel convierten las pitones de roca en un suntuoso festín para ellos mismos. Pequeños guerreros y enormes trofeos. bd

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El sol quema la sabana africana, volviendo la hierba amarilla y seca. Debajo de una vieja acacia, una pitón africana de roca se acurrucaba, con su cuerpo musculoso como un tronco podrido, cojeando perezosamente en el calor sofocante. De repente, un crujido entre los arbustos lo despertó sobresaltado.

De la hierba alta apareció una criatura pequeña pero orgullosa: un tejón de miel con un característico pelaje blanco y negro. Sus ojos eran brillantes, exudando ferocidad y valentía ante el tamaño gigante de la pitón.

La pitón de roca, cuyo territorio había sido violado, levantó la cabeza y sacó su lengua bífida para saborear al intruso. Nunca se había encontrado con una criatura tan valiente que se atreviera a desafiar su dominio en esta tierra.

La guerra estalló como un rayo. La pitón de roca se lanzó hacia adelante, intentando envolverse alrededor del tejón de miel en un agarre mortal.

Pero el tejón de miel, con su asombrosa agilidad, esquivó el ataque con facilidad. Se apresuró a morder y desgarrar la pitón, sus dientes afilados dejaron heridas sangrantes en el musculoso cuerpo del enemigo.

La pitón de roca siseó furiosamente, golpeando su cola contra el suelo, creando un ruido fuerte como un trueno. Intenta envolverse alrededor del tejón de miel, pero la pequeña criatura parece estar siempre un paso por delante. El tejón de miel muerde, araña, desgarra, sin parar, provocando dolor y desorientación a la pitón de roca.

La batalla ha terminado. La pitón de roca, exhausta y cubierta de heridas, yacía inmóvil en el suelo. El tejón de miel, con una fuerza increíble, agarró a su presa por el cuello, arrastrándola por la hierba seca, dejando un rastro carmesí de sangre en el suelo.

El tejón de miel arrastró la pitón a un lugar privado debajo de una vieja acacia. Comenzó a desgarrar a su presa, se arrancaron grandes trozos de carne, revelando órganos internos de color rojo brillante. El fuerte olor a sangre se esparció por el aire, atrayendo a los buitres que volaban en círculos en el cielo.

Pero el tejón de miel no se inmutó. Continuó con su deliciosa comida, sin prestar atención a los ojos hambrientos desde arriba. Tenía el estómago lleno y el pelaje blanco y negro manchado de sangre fresca.

Cuando cae la noche, la estepa enmudece. El tejón de miel, después de una comida abundante, se acurrucó y durmió profundamente bajo la acacia, el sueño de un vencedor, el sueño del señor de la estepa. La imagen de una pitón de roca siendo arrastrada, convirtiéndose en una abundante comida para los tejones de miel, es un testimonio de las duras reglas de supervivencia del mundo salvaje, donde los fuertes son los ganadores y los débiles se convierten en presas.

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