En un gran gesto de aprecio, la princesa desbordaba gratitud, envolviendo a su dedicado cuidador en cálidos y afectuosos abrazos.
Es sorprendente cómo su devoción inquebrantable la convirtió en una joven sabia.
Con lágrimas de alegría en los ojos, expresó su sincero agradecimiento, sabiendo que su cuidado y orientación la habían moldeado en la persona en la que se había convertido.
La cálida afecto compartida en esos abrazos sinceros hablaba volúmenes del vínculo inquebrantable que habían forjado a lo largo de los años, un vínculo que siempre ocuparía un lugar especial en sus corazones.
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