Las exploraciones en estos sitios han revelado artefactos que datan de hace unos 5.900 años. Ayude a los arqueólogos a aprender información invaluable sobre la vida diaria y las prácticas comerciales en la antigüedad. bd

En una asombrosa combinación de arqueología y asociación con animales, un perro especialmente entrenado llamado Max se ha convertido en una figura clave en el descubrimiento de tesoros excavados durante más de 5.900 años. Esta historia peculiar se desarrolla en los extensos campos de un sitio antiguo, donde las habilidades excepcionales de Max están sacando a la luz secretos ocultos durante mucho tiempo, deleitando a historiadores y arqueólogos por igual.

 

Max, un Border Collie conocido por su agudo sentido del olfato e inteligencia, fue entrenado como parte de un programa experimental destinado a explorar cómo los perros pueden ayudar en los descubrimientos arqueológicos. Su capacidad para detectar las firmas químicas de artefactos fabricados por humanos que se encuentran en las profundidades del subsuelo ha demostrado ser invaluable.

La historia comenzó cuando un equipo de arqueólogos, frustrados por los métodos de investigación tradicionales que consumían mucho tiempo y a veces no eran concluyentes, decidieron probar si el sensible olfato de un perro podía proporcionar una solución más eficiente. Max conoció al equipo y, después de una extensa capacitación para reconocer el olor de metales y cerámicas antiguos, estaba listo para poner sus habilidades a prueba.

En su primer día en el sitio, ubicado en una región conocida por su importancia histórica que se remonta al período Neolítico, el impacto de Max fue inmediato. En cuestión de horas, identificó con éxito varios lugares clave que emitían los olores específicos para los que estaba entrenado para detectar. Las exploraciones en estos lugares señalados dieron como resultado una serie de artefactos, incluidos fragmentos de cerámica, herramientas de metal y adornos, algunos de los cuales datan de aproximadamente 5.900 años.

Cada hallazgo fue una pieza de un rompecabezas histórico más grande. Los artefactos proporcionaron información invaluable sobre la vida cotidiana, las prácticas comerciales y los aspectos culturales de las civilizaciones antiguas que alguna vez prosperaron en el área. Las contribuciones de Max no sólo aceleraron el proceso de excavación sino que también llevaron a descubrimientos que podrían haber permanecido ocultos con métodos convencionales.

 

El éxito de la participación de Max ha despertado el interés de otros equipos arqueológicos de todo el mundo. Los investigadores ahora están considerando cómo se pueden utilizar perros como Max en contextos similares, revolucionando potencialmente la forma en que se llevan a cabo los estudios y exploraciones arqueológicas.

Mientras Max continúa trabajando junto a sus homólogos humanos, su hogar se celebra como un puente entre la ciencia moderna y la historia antigua. Su trabajo demuestra cómo la integración de las habilidades caninas naturales con la investigación científica puede descubrir nuevas capas de nuestro pasado, ofreciendo una nueva perspectiva sobre la investigación histórica.

Este enfoque no sólo ha facilitado importantes descubrimientos arqueológicos, sino que también ha puesto de relieve la ventaja sin explotar del uso de animales entrenados en la investigación científica. La historia de Max es un testimonio de los tesoros que esperan ser descubiertos, siempre y cuando estemos dispuestos a pensar de forma creativa y colaborativa en todas las especies y disciplinas. A través de la asociación de un perro devoto y científicos dedicados, más de 5.900 años de historia oculta están saliendo a la superficie, revelando el rico tapiz de la civilización humana que el tiempo había ocultado.